En este artículo, sus autoras analizan la importancia de la ganadería extensiva (la ganadería que pasta) en la conservación de la biodiversidad y la regeneración de los suelos agrícolas. Señalan que gracias a este tipo de ganadería se recupera la vida de la naturaleza, funcionan los ciclos naturales del suelo y se reduce la incidencia de incendios. Además, afirman que la ganadería extensiva contribuye también a la supervivencia de nuestras mariposas y de nuestras aves esteparias.
Hablar de ganadería extensiva es hablar de un concepto que transciende a un modelo de producción, porque el ganado que pasta cultiva la vida, tanto del ecosistema natural en el que se encuentra, al preservar sus funciones básicas, como de las zonas despobladas del mundo rural, al alzarse como una alternativa rentable para quienes las habitan. Pero también cultiva la vida sostenible como concepto global y la del propio producto final, al darle un valor añadido que lo distingue en el mercado y que, además, cada vez más consumidores valoran y demandan.
Y justo antes de avanzar en este artículo, conviene detenernos en ese consumidor que valora que los alimentos que come, como la carne, o los productos que usa, como el cuero o la lana, provengan de una producción sostenible. Porque, ¿puede realmente ese ciudadano ir al supermercado, a la tienda, e identificar a esos productos como tales? Aunque estén dispuestos a pagar un precio más alto, la realidad es que, a diferencia de lo que pasa con otros productos, donde la cantidad de información acerca de su origen, producción y calidad en el envase es elevadísima, pasa todo lo contrario con los productos cárnicos. Nadie lo sabe.
Más allá de las denominaciones de origen o las indicaciones geográficas protegidas, es imposible tener claro si un filete, por ejemplo, es de un animal que ha pastado toda su vida o si, por el contrario, ha vivido siempre en una nave estabulada. Por eso es tan necesario distinguir la ganadería extensiva de la ganadería industrial. Y la diferenciación urge si queremos decir con qué carne alimentamos a nuestras familias y con qué carne alimentamos nuestro planeta.
La vida de la naturaleza
Tal vez, el concepto de “ganadería regenerativa” identifique mejor esta ganadería extensiva del ganado que pasta: hablamos de modelos productivos sostenibles, es decir, queremos poner el acento en promover sistemas completos, no simplemente cultivos agrícolas. Por tanto, se trata de (eco)sistemas complejos, más allá de meros espacios físicos en los que crecen alimentos.
Esto implica considerar la actividad agraria en su conjunto, con las frágiles y numerosas interacciones de todos los seres vivos que están implicados. Y es ahí donde los beneficios del ganado que pasta sobresalen con respecto a cualquier otro modelo de ganadería, ya que son beneficios de los que no podemos prescindir como sociedad y que otros modelos productivos no ofrecen.
Gracias a la existencia del ganado que pasta recuperamos la vida de la naturaleza. Funcionan los ciclos naturales del suelo (necesitamos sus pisadas, sus bocados y sus heces para que funcionen los ciclos naturales del suelo); reducimos muy significativamente la incidencia de incendios (uno de los mayores impactos del cambio climático en la zona mediterránea); aprovechamos cada gota de lluvia que cae en el suelo (gracias a que el ganado genera pasto que cubre el suelo); restauramos y conservamos algunos de los hábitats más amenazados de nuestro país; almacenamos carbono en el suelo, reduciendo nuestro impacto al calentamiento global; conservamos paisaje y cultura gracias al buen hacer de las personas que viven en el medio rural; producimos alimentos muy poco dependientes de insumos externos porque su alimentación está basada fundamentalmente en recursos locales (y no en piensos, a base de soja y cereales, deslocalizando el impacto de la ganadería).
La vida del suelo
La ganadería extensiva también cuida de esa vida invisible que sostiene toda la demás, la biodiversidad del suelo. Por ello merece un apartado concreto por su importancia. No hay ningún lugar de la naturaleza con una mayor concentración de especies que los suelos. Las funciones que desempeñan cuando están sanos van desde permitir el óptimo rendimiento de los cultivos y mejorar la sostenibilidad y rentabilidad del sector agrícola, hasta ser vital para combatir los grandes retos a los que se enfrenta la sociedad, tales como el cambio climático y el mantenimiento de la biodiversidad.
El ganado que pasta juega un papel esencial en esa recuperación que pasa por devolver la vida al suelo, ya que cada cagada del animal llena el suelo de “bichitos”, de alimento, de energía, permitiendo que el sistema funcione con la única fuente que tenemos, el sol. Y nos permite aprovecharla gracias a las plantas, usándolas como si fueran grandes placas fotovoltaicas, con un suelo que actúa como las baterías donde la acumulamos a través de complejas relaciones biológicas, físicas y químicas.
Al poner en el centro la necesidad de alimentar nuestros suelos, cuidarlos y mantenerlos sanos como base de la producción vegetal y animal, ponemos en el centro la vida del planeta: sin suelo no hay lugar en el que crezcan nuestras comidas, y al conservarlo, además de garantizar la continuidad de los cultivos, garantizamos la calidad de la comida.
El diagnóstico actual es que, al menos, el 25% de los suelos agrícolas del mundo está degradado de manera severa y que existe una pérdida del 75% de la biodiversidad de los cultivos a escala mundial. Y la ganadería extensiva tiene mucho para hacernos ganar al respecto. Por manido que sea el mensaje, somos parte de un todo y las soluciones pasan, en ocasiones, por recuperar el papel que cada elemento tiene en ese engranaje. Los herbívoros, sobre todo en climas mediterráneos, fueron y son fundamentales para mantener vivos los suelos.
El responsable de conseguir que esos herbívoros, hoy ganado, sean parte del equilibrio que antes llegaba de forma natural, son las personas: manejamos a los animales y tomamos las decisiones de dónde, cuándo y cómo pastan. En la finca “El Baldío”, de la Fundación Global Nature, existe una larga experiencia en los beneficios para el suelo y las mejoras productivas que implican prácticas como el pastoreo rotacional. Gracias a un trabajo planificado, el ganado garantiza la materia orgánica necesaria en el suelo con el estiércol y fomenta los procesos necesarios para mantenerlo vivo porque come y pisa.
También en proyectos como “Pastoreo Ibérico por la Biodiversidad”, cuyo objetivo es restaurar los sistemas tradicionales de pastoreo que desarrollamos en la fundación, apostamos por esa regeneración, en esta ocasión gracias a un fondo lanzado por el grupo Kering and Conservation International, que ha creado su propio “fondo regenerativo”.
Al final, lo importante es que el ganado esté bien gestionado, y para que funcione necesitamos animales moviéndose muy juntos, de forma que pasten una superficie intensamente durante un breve periodo de tiempo, para después no volver a ese mismo lugar hasta haberse garantizado el descanso necesario del pasto. Por eso, es imprescindible la figura del pastor para que sea de la forma más parecida a cuando eran animales salvajes, para recuperar ese llamado “efecto manada”, es decir, que se muevan juntos y en periodos concretos.
Cuando el ganado está bien gestionado, en tiempo y forma, deja estiércol en el suelo, alimentándolo para mantenerlo vivo y ayudando a descomponer la materia orgánica para que sea eficiente y se integre de nuevo. Cuando come, potencia el proceso de transformación de esa materia orgánica en nutrientes y permite que el ciclo continúe, y cuando pisa, ayuda a semillar, actuando como tractores y sembradoras, como desbrozadora y como corredores biológicos.
Al final, los beneficios son innumerables: cuidamos del lugar en el que se origina la vida y los alimentos, es decir, el suelo; producimos alimentos de alta calidad, con un valor añadido único; preservamos el futuro de los alimentos del planeta; generamos actividades económicas locales en torno al ganado (como industrias artesanas del queso, embutidos…); creamos alimentos únicos que aportan gran riqueza económica y cultural a nuestro país; mantenemos vivo el medio rural gracias al conocimiento, emprendimiento e innovación de personas dedicadas a la ganadería…
La vida de las especies
España es el país de la UE con mayor superficie de sistemas agrarios y ganaderos de alto valor natural. Esto implica que gran parte de nuestro patrimonio natural depende de manera directa de la existencia de actividades agrícolas y ganaderas de baja intensidad, o, mejor dicho, bien dimensionadas al contexto natural y social donde se realizan. Por tanto, España es un tesoro natural en Europa, no por tener territorio virgen, sino por tener un paisaje rural con agricultura y ganadería de altísima calidad.
Un ejemplo lo tenemos en el millón de hectáreas de pastos de alto valor natural que se encuentran amenazadas por la escasa presencia de pastoreo. Y aquí es donde resulta importante remarcar que esos pastos, creados por una actividad ganadera extensiva, no son solo alimento para nuestras ovejas, nuestras vacas y nuestras cabras, sino que son también alimento para nuestras mariposas, algunas en peligro de extinción por la desaparición de los prados de siega en zonas húmedas de nuestro país. Son también áreas necesarias para nuestras aves esteparias, en zonas más áridas; de estos pastos dependen miles de especies, algunas ampliamente conocidas y otras de las que se sabe muy poco, pero no por ello son menos importantes.
En la Fundación Global Nature (FGN) creemos que es fundamental poner en valor la relación necesaria entre las actividades agrícolas y ganaderas y la biodiversidad, en especial en grupos faunísticos poco valorados, pero con un papel fundamental en la salud de nuestros agroecosistemas: polinizadores, lombrices, escarabajos, microorganismos…, son uno de los mejores indicadores de la salud de nuestros pastos.
Por centrarnos en un ejemplo de los beneficios que aporta esta biodiversidad, hablemos de la polinización. Buena parte de nuestra alimentación depende de los millones de insectos que cada año polinizan nuestros cultivos. Alrededor de un 70% de las plantas cultivadas y hasta el 80% del total de las plantas dependen de la polinización por parte de insectos.
Solo en Europa, el 84% de los 264 cultivos principales subsiste gracias a la acción de abejas, avispas, moscas, escarabajos, mariposas, polillas, trips y otros insectos. Algunos expertos explican esta importancia traduciendo el impacto medioambiental en impacto económico: los beneficios de la polinización se valoran aproximadamente entre 194.000 y 473.000 millones de dólares.
La iniciativa de la Fundación Global Nature creando el Observatorio de la Biodiversidad Agraria (OBA) trabaja en esta línea y supone un reto muy importante, en el que se implican científicos, ganaderos, agricultores y técnicos en un mejor conocimiento de esta biodiversidad. Es posible, y necesario, líneas de trabajo en este sentido. Y cualquier persona puede contribuir a la gran red de observadores que se está generando. Porque es un trabajo de y para todos.
La vida sostenible
En Fundación Global Nature llevamos tres décadas trabajando por conservar la naturaleza y permitir que las prácticas agrarias en esta línea sean un modo de vida sostenible para aquellos que trabajan directamente en el campo y en el proceso de llevar los alimentos hasta la mesa.
Por eso, creemos que es el momento de centrarnos en apoyar y reconocer a las personas que ya lo hacen, transcender de una vez por todas los debates para mantener y fomentar las prácticas que realmente trabajan a favor de la biodiversidad, y no a costa de ella. La ganadería extensiva es una de esas actividades que cultivan la vida rural, que se alzan y deben alzarse como una alternativa de vida digna. Apoyémosla, fomentémosla.
Para ello, debemos ser conscientes de cómo funcionan los sistemas agrícolas y ganaderos y de que es necesario que estén integrados en la naturaleza. Se necesita que nuestras decisiones se basen en criterios de sostenibilidad y en firmes apuestas de futuro. Y es ahí donde está la ganadería extensiva. Es una herramienta que nos permite hacer frente a las crisis medioambientales, a la crisis poblacional en el mundo rural, a la apuesta por productos saludables y de proximidad. Ya no hay tiempo para más discusiones porque las cartas están sobre la mesa y las soluciones claras. Es tiempo de dar visibilidad, ayudas y soporte a quienes se comprometen con cultivar la vida en todas sus vertientes.
Reflexiones finales: ¿Qué diferencia a la ganadería extensiva del resto?
La respuesta a esta pregunta es un ejercicio necesario y colectivo, un proceso en el que el sector ganadero debe sentirse implicado y apoyado por las entidades públicas y privadas que trabajan por la conservación y el desarrollo rural. Por eso, es necesario poner en valor las iniciativas colectivas, como la de la Plataforma en Defensa de la Ganadería Extensiva y el Pastoralismo, que, lejos de la polarización actual, busca el consenso para el sector y lo mejor de nuestro planeta y nuestra salud.
Y por eso traemos aquí, en este apartado final, una definición de ganadería extensiva, una de tantas que se podrían hacer, pero que nos gusta especialmente por el proceso participativo y multiagente en el que se construyó. Porque las definiciones son mucho más que textos normativos, y porque la carne es mucho más que un alimento en nuestros platos.
“La ganadería extensiva es aquella que aprovecha los recursos naturales del territorio, con una baja utilización de insumos externos y principalmente mediante pastoreo. En general, se caracteriza por el empleo de especies y razas de ganado adaptadas al territorio, por el aprovechamiento de pastos diversos ajustándose a su disponibilidad espacial y temporal, y por el respeto del medio en el que se sustenta” (Ruiz et al., 2017).
Corolario
Global Nature es una fundación privada sin ánimo de lucro dedicada a la protección de la naturaleza y a crear espacios para fomentar el conocimiento, el intercambio y el trabajo sostenible con y a favor de nuestro patrimonio natural.
Nuestra labor se basa en el rigor técnico, el compromiso ético y la innovación. Desde nuestra consolidación en 1993, unimos teoría y práctica: combinamos la elaboración de estrategias y planes con el trabajo en campo y los proyectos aplicados. Uno de los barcos insignias de la fundación es “El Baldío” de Talaván, una finca ubicada entre el monte mediterráneo de Monfrague y los Llanos de Cáceres, con una extensión de más de 232 hectáreas de terreno de dehesa que gestionamos desde 1993. La dehesa es un ecosistema único en la península ibérica y el trabajo en “El Baldío” persigue mejorar nuestro conocimiento a través de alianzas y proyectos transversales.
En este espacio abierto a la colaboración, la ganadería, la agricultura y el cuidado de la naturaleza son compatibles, a través de la búsqueda de nuevas prácticas y manejos en el sector agroganadero, tales como el pastoreo rotacional, el redileo o la trashumancia que tan buenos resultados ha dado.
El trabajo colaborativo es constante, con visitas técnicas y educativas, la participación en los diferentes proyectos de investigación de la fundación y una especial atención al cuidado de razas autóctonas.
Fuente: UPA, Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos